Pues te cuento.
Mi hija, como he dicho, debutó con 5 años, en octubre, recién empezado tercero de educación infantil... Para empezar diré que de diez o doce días que estuvo ingresada mas los días que me quedé en casa con ella porque me daba terror la escolarización, nadie del centro educativo, ni tutora ni nadie, se pusieron en contacto conmigo para preguntar qué pasaba.
Cuando muerta de miedo decidí, he de comentar que en ese momento estaba separada del padre de Ángela, que se incorporara a la escuela, no sabía muy bien cómo iba a enfrentar esa etapa... A mi me habían dado una baja por depresión que no tenía, pero que agradezco porque sin ella, mi vida hubiera sido aún mucho más complicada.
Cuando volví a la escuela, el primer día, no la llevé a primera hora. Decicí ir más tarde, porque mi intención era pedir permiso a la maestra para explicar tanto a sus
compañeros, como a ella, algunas cosas relacionadas con el la nueva forma de vida de Ángela....
Cuando hablo de miedo, hablo de miedo real, miedo sordo, interno... A veces había pillado a mi hija a traición, como ese día haciéndole las coletas, que estaba tan tranquila y tan solo le vi más pálida de lo normal, y 20 mg/dl de azúcar... Me costaba asimilar lo del pico de acción de la insulina, entonces usábamos insulinas premezcladas, el mayor de los horrores...Nuestra vida se regía por el reloj. Todo cronometrado... Así que entre, mi situación personal, las insulinas y los horarios... vamos, una etapa que no deseo a nadie. Afortunadamente, las nuevas técnicas, la mayor información, el mayor uso de internet, seguro que hacen que los debuts de ahora sean algo menos estresantes que el que pasamos.
Pues como decía, fuimos a clase y recuerdo a "Ángel", un compañero de Ángela, que cuando nos vio aparecer por el pasillo, salió chillando a clase "viene Ángela, viene Ángela"... A mi, lógicamente, se me empezaron a llenar los ojos de lágrimas... Eran momentos en que las emociones estaban demasiado a flor de piel...
Conseguimos entrar a clase, entre los abrazos de los niños que vinieron a darle la bienvenida a su amiga... Fue un momento precioso... También vi los ojos de su maestra contenidos de lágrimas...
Reunimos a todos y les explicamos qué había pasado...Ojalá todos funcionaron como funcionan ellos... "Vaya gameboy tan chula que tienes" refiriéndose al glucómetro, o , "Eso lo tiene mi yaya"...
Pronto entendieron que su compañera requería de cuidados especiales, y aunque con naturalidad, ayudaban al menos a que ella se sintiera acompañada...
Hacían turnos para medirla, jajajaj... Cada día uno... Era todo un lujo, porque Ángela no se sentía sola.
Pero y yo... Yo en casa, y muy poco después en el trabajo, estaba muerta de angustia. Yo solo era una mujer pegada a un móvil...
Mi padre, que estaba jubilado, se pasaba las horas a la puerta del colegio... A las 10 el control, a las 12 el control y a las 2 a recogerla...
Y eso si todo iba bien, porque lo normal es que estuviera o alta, o baja...´
La maestra no sabía. No había protocolo... Tenía buena intención, pero sin más...Y el centro nos permitia entrar a los controles y con eso daba todo por hecho...Es verdad que conociéndo lo que pasaban otros padres a los que les obligaban a sacar a su niño de clase para hacer el control, por ejemplo, nos sentíamos muy afontunadas por permitirnos ir a controlar a la niña.
Así terminamos infantil, y pasó a primaria... El primer día con la nueva maestra, tras hablar con ella y darle las pautas de Ángela, quedamos en que me llamaba a las 10 para darme su control. Llegaron las 10, las 10 y cuarto, las 10 y media, y nadie me llamaba... No os podéis la angustia que suponía para mí pasar por aquello...Bueno, los padres seguro que me entienden...A las once, y con la sensación de estar pidiendo un favor, la llamé y le dije que qué control había tenido la niña.... "Uy, si es que con el lío se nos ha olvidado..." Me puse a llorar.. Era tal la impotencia que sentía...Esa mujer no había entendido que la vida de mi hija corría peligro si los controles no se hacían a tiempo... Insisto que con las insulinas premezcladas era todo muy imprevisible.... Todas esas cosas son las que me motivan a seguir metida en esto, y de eso aprendí que nunca más...Que tenía que enseñar a mi hija a ser más o menos suficiente, con seis años, porque que estábamos solas y no podíamos depender de que a la maestra se le olvidara que tenía que hacerla el control, pero claro, no era fácil..Ahí la pobre con las alarmas y los números, y su propio móvil, uno de imaginarium que sólo podía recibir llamadas y que podía hacer llamadas a "teclas" programadas...Tuvo que aprender a marchas forzadas... Y así pasó la primaria, con alguna profesora más o menos involucrada, pero a base de haber las cosas sola y de tener la sensación de inseguridad, yo, como madre, de dejar a mi hija, en un sitio donde los conocimientos de diabetes eran prácticamente nulos.
Ah, a las excursiones siempre asistía acompañada de un familiar. Normalmente su abuelo.