Autor Tema: NO NECESITO AZÚCAR, PARA VIVIR UNA VIDA DULCE  (Leído 1552 veces)

Velia-Montse Parrales

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NO NECESITO AZÚCAR, PARA VIVIR UNA VIDA DULCE
« en: Diciembre 28, 2016, 05:53:18 pm »
Un mensaje muy especial :Andrea, trece años
Hoy queremos compartir un mensaje muy especial, una redacción premiada de Andrea Gil Cano, de trece años. Agradecemos a su autora que la comparta con nosotros en este espacio, a la vez que la felicitamos por estas maravillosas palabras, y mandamos un abrazo a toda su familia.


NO NECESITO AZÚCAR, PARA VIVIR UNA VIDA DULCE

Mi nombre es Andrea Gil Cano, y tengo 13 años; y se puede considerar que soy una persona resiliente: Tengo diabetes mellitus tipo 1 desde los 4 años. Por tanto, casi siempre he vivido y convivido con esta “amiga” y “compañera”; es así como la llamaron los médicos, a esta enfermedad crónica que afecta al páncreas, y que yo padezco. Además, tengo asma, aunque esta es una “amiga” menos pesada; solo aparece en primavera.

 No tengo recuerdos de una vida sin diabetes, solo anécdotas que mis padres me cuentan, por lo que al crecer con ella, no hay nada respecto a su cuidado que haya tenido que modificar o interiorizar, puesto que venía casi de fábrica. Desde mi debut, siempre me he tenido que pinchar alrededor de 8 veces al día en los dedos, para poder controlar mi nivel de glucosa, y pinchar insulina cada vez que comía. Aunque eso me complicaba un poco la rutina, siempre me he podido adaptar y nunca me ha impedido hacer nada que quería o me proponía.

Los nuevos inventos y tecnologías, han mejorado mi calidad de vida. A los 6 años, me pusieron una bomba de insulina. Este pequeño dispositivo que llevo siempre conmigo me ha facilitado el control de mi diabetes. Pero supuso algún problema al principio: cuando en mi colegio y entorno supieron que llevaba una bomba de insulina se asustaban de mí, realmente lo que les daba miedo era el nombre, aunque éste se debe a que bombea insulina a mi cuerpo, y no a que vaya a explotar. Todos mis amigos eran pequeños y no los culpo; y lo supieron entender muy bien cuando mi madre fue a hablarles de mi “compañera”.

Tener diabetes no me supone problema, solo tengo que adaptarme a la situación y tener en cuenta mis limitaciones alimenticias; no puedo comer alimentos con azúcar, como chuches, helados y bollería; debo siempre mirar los hidratos de carbono de todo lo que ingiero y decidir la cantidad de insulina que necesito, dependiendo de mi glucosa, la actividad que he hecho o la que voy a hacer... Excepto estos pequeños inconvenientes a la hora de comer, la diabetes no supone, ni ha supuesto nunca una limitación para mí, solo es la “compañera” que va conmigo todos los día y a todas las horas y que requiere una serie de cuidados y atenciones, que yo siempre le presto. Siempre he podido hacer todo lo que me he propuesto o lo que me ha apetecido: he ido a las excursiones con el colegio, he viajado con mi familia, he salido con mis amigas, he practicado deporte. Aunque siempre conectada a mi bomba, cuidando de mi control, alimentación y actividad.

 También es cierto, que he tenido días malos, en los que mi diabetes ha estado descontrolada, y en los que no he sabido actuar correctamente. He aprendido, que por muy bien que uno haga las cosas, en la diabetes, aun haciendo lo mismo y actuando como siempre, las cosas no salen siempre igual y pueden aparecer esos días malos. La diabetes se comporta, a veces, como un niño caprichoso, siempre dispuesta a llevarte la contraria. Esos días malos están protagonizados por hipoglucemias o hiperglucemias, es decir glucosa muy baja o muy alta, respectivamente. Cuando tengo hipoglucemias me duele la cabeza, no siento las piernas, tengo cambios de humor, me siento muy cansada, me pongo pálida y no me concentro bien para estudiar. Debo comer hidratos para subir el nivel de azúcar en sangre (glucosa). Cuando tengo una hiperglucemia, no siento nada, a diferencia de otras personas; por tanto es muy difícil detectarlo a simple vista. Debo ponerme insulina para bajar el nivel de azúcar. Estas dos cosas no son habituales en mí día a día, puesto que pongo mucha atención para que no ocurran, pero a veces no se puede evitar.

Algo imprescindible, que siempre debo de llevar conmigo a cualquier lugar al que vaya es mi bolso con el glucómetro y zumo y galletas por si tengo una hipoglucemia. Tengo una vida bastante “normal”, realizando a diario todos los cuidados y variables que hay que tener en cuenta siempre con la diabetes, ya que tener diabetes es una ocupación a tiempo completo; esto me lleva a tener que faltar algunos días a clase, ya que tengo que acudir a mis revisiones periódicas, analíticas,... pero he contado siempre con la ayuda del doctor CONTROL y la doctora DIETA, y mis dos enfermeras CONSTANCIA y ALEGRÍA (Javier, Marisa, Piedad y Yolanda).

Todo lo que he conseguido se debe a mi constancia, dedicación, esfuerzo, disciplina y fuerza de voluntad, pero, sin duda, mis padres han jugado un papel fundamental, tanto en mi vida, como en el control de mi diabetes. Ellos han sido mi páncreas, mis ojos, mi apoyo, mi ayuda, mi conciencia, el motor de mi vida y mis maestros de diabetes. A ellos, les estoy muy agradecida por toda la ayuda que me han prestado y todo el esfuerzo y dedicación que han tenido y tienen conmigo. Por muy luchadora y valiente que yo sea, sin ellos no habría conseguido nada de lo que tengo. Mis amigos también me ayudan, siempre tienen en cuenta mi condición en cualquier lugar al que vamos: excursiones, salidas los viernes... Tienen en cuenta mis limitaciones a la hora de elegir el lugar para comer y los horarios para comer, las celebraciones de los cumpleaños,... Todos saben y conocen lo que tengo e intentan hacérmelo fácil cuando estoy con ellos.

También pertenezco a una asociación de personas con diabetes, que dan charlas, hacen marchas, comidas y reuniones. He asistido a muchas de estas actividades con mi familia, y me enorgullece decir que la encargada de la Escuela de Padres me ha propuesto, este año, dar una pequeña charla en este evento, para el resto de mis compañeros de fatiga. Cabe mencionar igualmente los campamentos para niños con diabetes, a los que he asistido en tres ocasiones y he tenido la suerte de conocer a muchas personas en mi misma situación, he aprendido mucho y lo he puesto en práctica y he hecho grandes amigas, con las que aun mantengo muy buena relación; pero han sido casi como cualquier campamento de verano, pero con dos horas diarias de educación diabetológica, aunque también había tiempo para juegos, piscina, manualidades...

Este año voy a probar a ir a mi primer campamento no relacionado con la diabetes, sino con mi gran afición por la saga literaria de Harry Potter, y espero pasármelo muy bien. Estoy convencida de que podré hacer frente a todo lo que se me ponga por delante, ya que la diabetes no me ha enseñado a ser fuerte, sino que me ha obligado a serlo. La disciplina, control, conocimiento, esfuerzo y dedicación que me hace poder controlar mi diabetes, también me será útil en un futuro.

ANDREA GIL CANO 1oA ESO.
De los buenos tiempos siempre quiero más...
Diabetes tipo 3 , por partida doble
13 años en la brecha.